Your Earliest Encounter With Christ

01-14-2024Pastor's LetterFr. John Muir

As a priest, I’m amazed how happily married couples remember the tiniest details of their earliest encounters. They effortlessly report things like: “he wore a blue shirt,” “we ordered brussels sprouts,” “her hair was up in a bun,” and “he spilled shrimp cocktail sauce at my family’s open front door when it was ten degrees below zero,” (that one’s courtesy of my mom). We delight in remembering and speaking of when our new life of love began. The little details are glorious reminders that it’s all real.

It’s similar for John the Apostle. He tells us of the two disciples who followed Jesus into his house, “...they stayed with him that day. It was about four o’clock in the afternoon.” Why does that tiny detail matter? Because that’s the time of day when they encountered the love of Jesus the Messiah in their lives. Our religion is not primarily about abstract truths about God, no matter how true or sublime. It is about God meeting and saving us in our human nature. It’s about a human relationship.

What was the time of day when you first recall encountering Christ and his Church? Who was there? What did you feel? How did things look and smell? What happened? Take some time to recall it in detail. For me, it was inside an old, rickety church on a hillside in Jerome, Arizona. It was about 9 p. m. on a Saturday evening. I was with my friends Jenny, Brad, and Laura. We were praying, singing, and laughing. When was it for you? Remembering the details isn’t empty nostalgia. It reminds us now that God’s love for us in our humanity is real.

Fr. John Muir

2º Domingo del Tiempo Ordinario

La Liturgia de hoy nos coloca inmediatamente en un sentido de alerta al llamado de Dios, al encuentro y a la respuesta. Samuel, aun siendo niño, fue llamado en el silencio de la noche. A la tercera vez responde y da comienzo su preparación para su misión profética: “¡Samuel, Samuel! Samuel respondió. Habla, que tu servidor escucha” (1 Samuel 3,10). Los primeros discípulos, a la voz de Juan que les indica: “Ese es el Cordero de Dios”, lo siguen y se quedan con él aquel día. Los cristianos, por el bautismo, se encuentran con Cristo. Desde aquel momento, por la fe, da comienzo la preparación para dar respuesta a la misión y al compromiso de seguir a Jesús en el servicio de los más necesitados.

¿Cómo ha sido nuestro encuentro, respuesta y seguimiento a la misión encomendada por Dios en nuestra vida? Las respuestas varían de acuerdo a nuestra vocación, a nuestros ideales y metas trazadas en la vida. ¿Quiénes son nuestros modelos a seguir en la actualidad? ¿Qué miran los hijos en sus padres que puedan seguir como ejemplo? Preguntémonos que buscamos, a quien seguimos, como cultivamos nuestra relación con Dios, con la familia, con la naturaleza y el cosmos. Si Jesús en esta Eucaristía me pregunta ¿Qué buscas? ¿Cuál será mi respuesta? Cabe también preguntarle ¿Dónde vives? Nos diría, vivo en los pobres, los enfermos, los desamparados, y los tristes. ¿Tú, dónde crees que vive Jesús?