A middle-aged woman sat on the couch in my parish office and recounted to me a shocking list of terrible calamities in her life: addictions, terminal illnesses, financial loss, broken relationships, and so on. She smiled as she did so. “Please forgive me,” I asked, “but you seem to be smiling as you share this.” She said, “Father John, I am totally overwhelmed. But I’m smiling because I just can’t wait to see what good things God does with this mess.” She expected God would manifest His glory when she most needed it.
This week in the Gospel, God speaks from heaven for the third and final time in Jesus’ earthly ministry. It’s at a tough moment. Gentiles seek Jesus, who announces his terrible suffering, and then boldly prays, “Father, glorify your name!” John then writes: Then a voice came from heaven, “I have glorified it and will glorify it again.” Was the task of drawing the whole non-Jewish world to himself overwhelming? Or was it the terrible specter of crucifixion? Whatever it was, the crushing weight triggers his turning to the Father with an unshakeable expectation of divine glory to burst through. And indeed, it did on Easter Sunday. In our burdens, our greatest strength is to turn to God and boldly ask Him for His glory.
Lenten challenge: This week, I invite you to list out everything which is a burden to you. Write it down. Then add these words: “Father, glorify Your name in all these things!” Put that paper in your pocket or purse when you come to Holy Week liturgies next week. You might smile at the most unlikely times.
Todos, sin duda, durante nuestra vida, llevamos sobre nuestras espaldas diferentes clases de cruces. Enfermedades, problemas económicos, falta de vivienda, status migratorio, por mencionar algunas situaciones. Hoy, la Liturgia nos lleva a ver que Dios no está solamente para resolver problemas inmediatos o de emergencia. Él está presente siempre en cada circunstancia que estemos viviendo. Nuestro deber es buscarlo todos los días. “Ven, Señor, en nuestra ayuda, para que podamos vivir y actuar siempre con aquel amor que impulsó a tu Hijo a entregarse por nosotros” (Oración colecta). Algunas veces tenemos miedo en lo que vivimos, nos sentimos solos y hasta desesperados, no sabemos a quién acudir. ¿Qué hacer?
Jesús nos da prueba de ello en este V Domingo de Cuaresma. «Ahora mi alma está turbada. ¿Y qué diré? “¿Padre, líbrame de esta hora”? ¡Si precisamente he llegado a esta hora para enfrentarme con todo esto! Padre, ¡da gloria a tu Nombre! Entonces se oyó una voz que venía del cielo: “Lo he glorificado y lo volveré a glorificar”» (Juan 12, 27-28). ¿De qué forma damos gloria a Dios? ¿Cómo nos libramos de los momentos de soledad e incertidumbre? Es bueno tener un plan para afrontar con valentía como Jesús lo hizo en su tiempo. ¡Acudió a su Padre del cielo! Con su Muerte y Resurrección, Jesús afirma el Reino del amor. Llevando nuestra cruz diaria con dignidad, también afirmamos ese reino de unidad y paz que tanto necesitamos. ¡Que nadie Señor haga callar la victoria de tu Cruz, que es mi victoria!
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